rumboide
Voy sin rumbo con polvo en el pecho, linterna ciega del día gastado. Busco un nombre caído en la sombra de bolsillos que ya no recuerdan. Estoy solo en un signo vacío, como vaso sin sed ni memoria, como bronce enterrado en la noche que aún sueña el temblor de su voz. Hueso blanco sin músculo ni sangre, sal y luna sostienen mi forma. Soy un clavo que insiste en el aire de la vieja madera del tiempo. El tiempo es redondo y cerrado, pan oscuro que nadie reparte. Rueda lento con ruido de océano sin orilla, sin fondo, sin centro. Paso entre las cosas inmóviles: una llave cansada me mira, una mesa me espera en silencio. El humo pronuncia mi nombre y lo olvida. Todo ocurre como lluvia tardía en un patio sin puertas ni pasos: cae y cae, persevera en la nada. Y continúo con sombra humana, porque incluso perderse en el mundo tiene peso, tiene olor y luz viva.