tiro libre

El viento —ese antiguo mensajero—
recorre el mundo como una cifra.
No empuja: revela.
Hace visible la forma del vacío.

El mundo es hueco, pienso,
pero no en el sentido de la carensia,
sino como lo es un vaso
antes del agua
o una palabra
antes del sentido.

Todo lo que existe
existe porque el aire lo rodea.
La piedra sabe del viento
más que del tiempo.

Camino.
Cada paso confirma una sospecha:
el centro no está en las cosas
sino en su repetición.
El mundo se repite
como un verso imperfecto.

El viento pasa
y al pasar ordena el caos,
como si leshera
una biblioteca invisible
hecha de polvo, hojas, nombres.

Nada es sólido.
Todo es una forma del tránsito.
Las ciudades persisten
porque el viento las nombra
una y otra vez.

Pienso entonces
que el mundo es hueco
para que algo lo atraviese,
como el cuerpo
para el alma
o el tiempo
para la memoria.

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