He dicho

He dicho antes que la palabra imposible tiene el privilegio de sangrar. Nada es imposible. Y estoy haciendo todo lo posible para no contar la historia. La historia de la sangre, quizá. La historia de algo que no sucede. Puede decirse que la conversación fue débil y rota en cada etapa por ronquidos estridentes,  sin espontaneidad ni gracia, mal apoyada por frases de pura pompa y circunstancia. La risa no fue honesta ni ruidosa, espuma que tímida rompe en la orilla. Como las paredes de la pequeña habitación estaban cubiertas con adornos antiguos y el viento otoñal entraba por las viejas ventanas, había algo oscuro en el tapiz que ondeaba brevemente, una suerte de filamento inarmónico, ¿silueta de un sicomoro?

El Ratón sirvió el postre. La Hiena murmuró algo por lo bajo, como para sí misma. El Gato se había quedado dormido, de ahí el ronquido de fondo. En el sueño el Gato también estaba dormido, pero el Ratón no había servido el postre, de hecho estaban sentados todos alrededor del fuego, en el desierto. En ese sueño el Gato soñaba con un Perro. Un viejo amigo de la infancia, que le decía: 

"Conozco todas las entradas, pero no hay salida. Un minuto de sueño dura un día, y un minuto de sueño dentro de un sueño quizás sea eterno. Sugiero disfrutemos del momento".


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