El Dragón Chino
--a Daveyba
"el querido animal
cuyos huesos son un recuerdo
una señal en el aire
jamás tuvo sombra ni lugar
desde la cabeza de un alfiler
pensaba"
(Blanca Varela, Como Dios en la Nada)
I
dos viejas conversando.
una teñida de amarillo,
la otra de naranja
pelos multicolores
brillando en la esquina
parece que hablan de algo
importante, aunque
quién sabe
desde un balcón
que da a la calle se ve
un gato gordo
blanco y negro, mirando
a un perro en la vereda
ladrando.
asfalto caliente,
es día de verano. Pocas nubes,
mediodía, casi no hay sombra
autos que esperan
a que cambie el semáforo
un tipo hace malabares
para ganarse unas monedas
es el día de los enamorados
cruza por la senda peatonal
una jovencita preciosa,
le silban
le tocan bocina
se siente mal
no le gusta llamar
mucho la atención
en el umbral de una casona verde
con las puertas tapiadas,
ronca el Dragón Chino
totalmente borracho
le rondan el hocico las moscas,
II
El Dragón Chino,
en camiseta y pantalones cortos
de jean, va a comprar queso y salame
picado fino
después compra una baguette
Y se prepara un sandwich
que devora sentado en el banco
de un parque
delante de un palo borracho
plagado de flores de jazmín del cielo
el niño de ojos grandes
lo mira mientras come
El dragón le sonríe,
el niño se asusta y huye
como si hubiera corrido peligro
un barbudo con rastas
se le sienta al lado
Le invita cerveza de una botella
a medias llena
Los dos toman del pico
cerveza negra
El Dragón Chino
le convida parte
de su sandwich
Los dos están hambrientos
Los dos están sedientos
Enero
III
EL Dragón Chino y el barbudo con rastas,
en la azotea de un edificio abandonado,
fumando marihuana
pasan aviones
en el cielo que atardece
rojo
naranja
azul claro
azul oscuro
negro
"ahí está venus",
dice el Dragón
--ladran los perros
Febrero
IV
El barbudo con rastas invita
al Dragón Chino a su casa
Vive en el 8ºD de un edificio gris plomizo,
todo manchado de humedad
descascarada la pintura
En el centro de la habitación
hay un futón abierto,
y una chica desnuda,
tiene los ojos clavados
en el ventilador de techo
que da vueltas y vueltas,
y hay también un gato atigrado
a los pies de la cama
bastante flaco,
En el piso de cerámicos blancos:
rodean al futón
un montón de botellas
el gato lame un resto de cerveza
Marzo
restos de muchas comidas
en la heladera
Las cucarachas corren
por debajo de las puertas
“Podés tirarte en el colchón, si tenés
sueño”, le dice el barbudo
con rastas al Dragón Chino
“Gracias, ¿puedo pasar al baño un ratito?”,
pregunta el Dragón Chino
“Sí, sí, pasá, perdoná el desorden”,
dice el barbudo con rastas,
y la chica se ríe, quizá porque
la voz del Dragón Chino
le recuerda a la voz de su padre.
V
El Dragón Chino
juega al ajedrez
con un viejo
Al Dragón Chino le tocan
las negras.
1.f3 e5 2.g4 dh4#.
“El mate del loco.
Lo felicito, señor Dragón”,
dice el viejo
asumiendo una
velocísima derrota,
“Gracias”, dice el Dragón Chino.
Y suspira.
Abril
VI
El Dragón Chino
toma un té rojo,
cortesía de su amigo,
gordo y pelado.
“Me gusta el té rojo,
pero bien caliente”, dice
el Dragón Chino, echando breves
fuegos por los orificios nasales
de su hocico.
“A mí me gusta frío”, dice su amigo,
gordo y pelado, sonriendo.
Mayo
VII
El Dragón Chino recitó,
de memoria,
un poema antiguo sobre la noche:
“No comprendo el diurno, el feroz optimismo,
cuando es dolor la vida y en torno hay tanta pena.
(El mar oscuro viene a morir en la arena
y el silencio es la sombra tendida hacia el abismo)”
“¿Y eso?”, preguntó el amigo,
gordo y pelado, sonriendo.
“Ezequiel Martínez Estrada,
creo”, dice el Dragón Chino.
“Optimismo rima con abismo”,
dice el amigo,
gordo y pelado, sonriendo.
VIII
“Afuera está lloviendo”,
dice el amigo,
gordo y pelado,
al Dragón Chino,
sonriendo.
“Es cierto”,
dice el Dragón Chino.
“Mi hija está de viaje.
Vuelve el Martes.
Quédese, al menos esta noche,
por favor”, dice el amigo,
gordo y pelado,
al Dragón Chino,
sonriendo.
“No quiero molestarlo”,
dice el Dragón Chino.
“No me molesta, insisto”, dice el amigo,
gordo y pelado,
al Dragón Chino,
sonriendo.
“Gracias”, dice el Dragón Chino.
IX
Hay luna llena afuera,
y ladran fuerte los perros.
El Dragón Chino
no puede dormir,
de tan inquieto
no pega un ojo
Da vueltas en la cama.
Prende el velador
y encuentra un libro
en la mesa de luz.
Lo abre en cualquier página y lee:
“Alquilaron unas bicicletas.
Subieron por un camino de grava
hasta una planicie ondulada,
plagada de cipreses y pinos de un verde
liquen.
Al pie de una ladera rocosa
con forma de hipopótamo
hicieron un picnic...”
El libro le da sueño
y se queda dormido.
X
Estos gusanos verdes
le están matando la albahaca”,
dijo el Dragón Chino
a la señora que regaba las plantas.
“Sí, está apestada”,
dijo la señora que regaba las plantas.
“Le conviene plantar
un ajo en la misma maceta.
El ajo espanta los bichos.
No necesita pesticida”,
dijo el Dragón Chino, a la señora que
regaba las plantas.
Y ella puso al día siguiente
en práctica la receta
XI
La chica de ojos verdes
acaricia el cuerpo desnudo
del Dragón Chino.
“Es tan suave tu piel”, dice
la chica de ojos verdes.
“Es por el aceite”, dice
el Dragón Chino.
“¿Aceite?”, dice la chica
de ojos verdes.
“Sí, mi piel segrega
un aceite”, dice el Dragón Chino.
La chica de ojos verdes
acerca la nariz a la panza
del Dragón Chino
“Huele a jazmín”, dice
la chica de ojos verdes. Y
se levanta de un salto de la cama, y
se acerca a la ventana. Está saliendo el sol,
y
la luz deja ver su silueta
desnuda
bajo el camisón
de seda.
Septiembre
XII
El Dragón Chino
despliega las alas y remonta vuelo.
La ciudad se muestra húmeda,
con las paredes de
todas las casas quebradas,
despintadas, o cubiertas
por enredaderas.
El río está plagado de bolsas
blancas, botellas de plástico, perros
y gatos muertos.
Hay barrios inundados,
en donde la gente vive
en casas flotantes. Algunos pescan,
otros toman mate,
el Dragón Chino vuela rasante
sobre las aguas sucias.
Apenas corre una brisa
es viernes
Octubre
XIII
El Dragón Chino se lava
la cara con agua caliente. Después
se afeita, cuidadosamente,
con una afiladísima navaja. Y
se da una ducha helada,
para terminar de despertarse.
Hace frío y
le sale vapor por la boca, son las seis
de la mañana.
Octubre
XIV
El Dragón Chino trabaja
en un depósito de libros.
Levanta las cajas,
las acomoda en los transportes.
Le pagan poco,
es un trabajo simple.
pero alcanza para la pieza
en la pensión y la comida.
No gasta en ropa,
usa el overall de jean de la empresa.
Octubre
XV
Conoció a la chica de ojos verdes
una noche, en un callejón
oscuro sin salida. La rodeaban unos tipos,
le pegaron, la amenazaron
con un cuchillo. Quién sabe
lo que querían hacerle.
El Dragón Chino aterrizó de pronto,
bajó como un rayo del cielo
---había escuchado los gritos.
Les aplastó la cabeza
contra el paredón, los partió en pedazos,
como a troncos secos.
La chica de ojos verdes
no salió corriendo a pesar de la sangre
y los muertos
Lo abrazó con lo que le restaba de fuerzas,
llorando muchísimo.
El Dragón Chino la llevó a su casa,
volando.
Era un departamento
en un barrio de edificios amarillos
muy poco arbolado.
La chica de ojos verdes estaba sucia y
débil.
El Dragón Chino llenó la bañadera con
agua tibia
La enjabonó, la bañó, le hizo masajes.
Le preparó una sopa de pollo
con fideos de arroz.
La chica de ojos verdes se quedó
dormida en su pecho.
Entraban apretaditos en la cama
de una plaza
El Dragón Chino no pegó
un ojo en toda la noche. La luna estaba
llena, roja y enorme.
Septiembre
XVI
Una tarde fueron al cine,
a ver una película de
Clint Eastwood, creo que Gran Torino.
Los dos lloraron,
era una película bastante
melodramática.
Después compartieron un milkshake
de frutilla en una heladería.
La chica de ojos verdes
le regaló una bufanda
que le había tejido a él
especialmente.
Era blanca.
El Dragón Chino agradeció el presente.
Después se besaron,
frente al río
Septiembre
XVII
Un domingo visitaron al amigo,
gordo y pelado y sonriente
del Dragón Chino. Jugaron
al ping pong en el patio.
La chica de ojos verdes
les ganaba siempre.
El amigo, gordo y pelado,
y sonriente del Dragón Chino,
cocinó un pollo
a la parrilla. Tomaron
mucho vino tinto,
pero no
se emborracharon.
Quedaron entonados
conversando hasta que amaneció
XVIII
La chica de ojos verdes
llena tres cuartos del recipiente
de caña, pone
la pava con agua en la hornalla, y antes
de que hierva, la retira. Agrega
hojitas de cedrón a la yerba
y sirve el mate.
El Dragón Chino prueba el primero.
“Ojalá no tuviéramos piel”, dice
la chica de ojos verdes.
“¿Por qué?”, pregunta
el Dragón Chino.
“Debajo de la piel,
todos somos
como un gas verde.
Si no tuviéramos piel,
nos mezclaríamos.
Se mezclarían todas las mentes,
todas las sensaciones,
en un solo gas verde enorme”,
dice
la chica de ojos verdes.
“Puede ser”,
dice el Dragón Chino
con voz suave.
Diciembre
XIX
La chica de ojos verdes,
de la mano del Dragón Chino, en la
verdulería.
“Quiero papa negra,
un kilo”, dice la chica
de ojos verdes al verdulero.
“Deme un poco de perejil,
un ramito de albahaca, unas tres cebollas,
dos zanahorias no muy gordas
y tres morrones verdes...
ah, y una cabeza de ajo,
por favor”, dice la chica de ojos verdes
al verdulero,
que llena una bolsa con el pedido
y hace la cuenta en un papel
blanco.
“Son diez pesos”, dice el verdulero.
Y el Dragón Chino saca un billete
de veinte
de su billetera.
“¿No tiene cambio?”, pregunta
el verdulero.
“Yo tengo uno de diez”, dice
la chica de ojos verdes,
abriendo la cartera,
extrayendo el billete
Septiembre
XX
Después de un mes de noviazgo,
el Dragón Chino se mudó
al departamento de la chica
de ojos verdes.
Pagaban todo a medias.
Adoptaron un gato,
que encontraron en la calle.
El gato era gris, tan grande
como la cara
de la chica
de ojos verdes. Lo llamaron:
Monsieur Saussure,
porque sonaba inquietante.
XXI
Compraron en cuotas una moto.
El Dragón Chino empezó a trabajar
haciendo entregas de comida
para una pizzería
Ganaba bien,
---contando las propinas.
XXII
Un sábado gris fueron
a ver un recital gratis
a la Costanera, creo.
Tocaba Jaime Roos.
La chica de ojos verdes
saltó y bailó muchísimo.
Como era muy petisa, el Dragón
Chino la subió
a sus hombros para que vea
mejor el escenario. Los dos se sabían
de memoria las letras,
así que cantaron,
acompañando a Jaime
y su banda. Fue un gran concierto.
la última canción fue brindis por Pierrot:
"Me voy
Como se han ido tantos
Que el recuerdo disfrazó de santos
Y su historia se ha vuelto ilusión
Descubro
El dejo de amargura
Que ni la mejor partitura
Le pudo marcar a mi voz ..."
Cantó Canario Luna
y hubo en la audiencia piel
de gallina
Después el Dragón
y la chica de ojos verdes comieron
dos sandwiches de bondiola
al limón,
con una cerveza
bien fría, en un puesto
de chapa pintada de amarillo
y rojo
Se sentaron
en unas sillas de plástico blanco;
el cielo estaba nubladísimo
no había estrellas visibles
Diciembre
XXIII
Se fueron de vacaciones a Bolivia.
Quedaron fascinados con el Cerro Rico
en Potosí,
durmieron en un hotel
en Uyuni.
Se sacaron muchas fotos.
La chica de ojos verdes le regaló
al Dragón Chino un poncho,
que compró para él en una
feria en Sucre
Enero
XXIV
Los padres de la chica de ojos verdes
los invitaron a cenar un viernes
El Dragón Chino se puso elegante:
un traje oscuro a rayas, una corbata blanca,
zapatos marrones,
pantalón gris de vestir.
La chica de ojos verdes
se puso un vestido tipo hindú,
blanco y negro, con tramas
hipnóticas.
Comieron milanesas con puré,
con mucha pimienta.
Brindaron con un buen vino
blanco. Conversaron largo
y tendido.
Los padres de la chica de ojos verdes
se emocionaron mucho,
cuando les comentaron
lo del casamiento.
XXV
Se casaron un lunes,
a fines de marzo,
a eso de las once
de la mañana. La chica de
ojos verdes lloró mucho. La madre
la abrazó muy fuerte,
para que se calmara un poco
El amigo gordo y pelado del Dragón Chino
les tiró arroz a los novios.
El barbudo con rastas
sacó fotos. La novia del barbudo
bostezó mucho. Las once de la mañana,
para ella, era muy temprano.
XXVI
Tuvieron un hijo, largo y flaco,
de ojos verdes como de serpiente.
No hablaba mucho. Le
crecieron alas recién
a los seis años.
XXVII
El Dragón Chino recitó, de memoria,
un antiguo poema,
en un idioma no menos antiguo,
ante los ojos
atentos de su hijo,
acompañándose con el piano:
“Still ist die Nacht, es ruhen die Gassen,
In diesem Hause wohnte mein Schatz;
Sie hat schon längst die Stadt verlassen,
Doch steht noch das Haus auf demselben Platz.
Da steht auch ein Mensch und starrt in die Höhe,
Und ringt die Hände, vor Schmerzensgewalt;
Mir graust es, wenn ich sein Antlitz sehe -
Der Mond zeigt mir meine eig'ne Gestalt.
Du Doppelgänger! Du bleicher Geselle!
Was äffst du nach mein Liebesleid,
Das mich gequält auf dieser Stelle,
So manche Nacht, in alter Zeit?”
Jueves de Julio, estaba nublado
XXVIII
El hijo del Dragón Chino
está jugando con otros chicos.
Juegan a treparse a los árboles.
El hijo del Dragón Chino
vuela de rama en rama,
a los otros les divierte su aleteo,
semejante a las moscas.
XXIX
Tras unas terribles fiebres
que duraron siete días,
el hijo del Dragón Chino
no creció más.
Para siempre tendría
ocho años
XXX
Cansados de la gran ciudad,
se mudaron al sur,
a un pueblo cordillerano.
Calafate.
La chica de ojos verdes
tejía y vendía bufandas
y pulóveres,
trabajaba mucho con
telares.
El Dragón Chino hacía
trabajos de carpintería:
sillas, mesas,
aparadores, bibliotecas.
El hijo disfrutó
de los espacios abiertos,
practicaba vuelos
sobre el curso serpenteante
de los ríos, cazaba guanacos
en los bosques
y les chupaba la sangre
XXXI
“La gente sólo
habla del fin del mundo”, le dijo el
viejo canoso, de ojos grises,
al Dragón Chino.
“Recuerdo un pasaje
del Apocalipsis de Esdras”, dijo el Dragón
Chino y citó de memoria el pasaje,
como en trance:
“En primer lugar haré un terremoto
para perdición de hombres y cuadrúpedos.
Y cuando veas
que el hermano manda
a matar al hermano, que los hijos
se rebelan contra los padres,
que la mujer abandona al esposo,
que los pueblos hacen
unos contra otros la guerra, entonces
sabrás que el fin está cerca...”.
“Son signos ambiguos”, le dijo
el viejo canoso, de ojos grises,
al Dragón Chino.
“No, no son signos ambiguos. Son signos
claros y distintos. Son signos cotidianos.
Todos los días ocurren
en algún lugar terremotos,
luchas fratricidas, rupturas de
pareja, todos los días los padres
son rechazados por los hijos,
todo el tiempo hay guerra, porque
el fin del mundo ocurre
segundo a segundo, instante a instante.
No hay que esperar al futuro,
ahora mismo es el fin del mundo.
Y ahora mismo el mundo renace.
Si hubiera una gran nada,
sería muy sencillo. Existir es un combate
contra lo simple.
Es algo muy complicado,
es un esfuerzo”, dijo el Dragón Chino.
“¿Y Dios? ¿Qué es Dios?”,
le dijo el viejo canoso, de ojos grises,
al Dragón Chino.
“Dios es lo que está pasando.
La suma de los esfuerzos. Dios es otra forma de
decir existencia o realidad, por eso tiene
tantos humores y personalidades
como queramos atribuirle.
Todos los dioses
son ciertos. Todos los esfuerzos
le hacen cosquillas al abismo y construyen
instante a instante el infinito”, dijo
el Dragón Chino.
Y el viejo canoso, de ojos grises
asintió, cebándose un mate
XXXII
La chica de ojos verdes teje
escarpines en una mecedora.
Se hamaca en el porche
al compás de la lluvia.
XXXIII
Escribió Shen Tsé,
tres siglos antes del Cristo:
“El Señor Ye adoraba a los dragones.
Tenía pinturas y tallas de dragones
adornando la casa. El dragón de
los cielos se enteró y quiso hacerle
una visita. Bajó del cielo y metió la cabeza
por la puerta de la casa
del Señor Ye y la cola
por una de las ventanas.
El Señor Ye, al verlo,
huyó despavorido. Dicen que
se volvió loco.
Así es que el Señor Ye
no adoraba en realidad a los dragones,
adoraba sus imágenes”.
XXXIV
Descendió en el corazón del
bosque,
el hijo del Dragón Chino.
Se sentó en una piedra cubierta de musgo
verde,
junto a una caída de agua,
a contemplar la espuma, pensando en nada.
Sintió una presencia detrás, un instante
después
se volvió y vio una sombra.
Y la sombra le dijo, suavemente:
“Todas las sombras son
como un eco de huesos,
la luz sangra sombra,
sólo si la rasgas”
hubo un trueno
y la sombra desapareció
XXXV
Surgió del lodo
de un pantano
un huevo verde.
El sol lo
calentó y se
quebró la cáscara. Así
nació el Dragón Chino,
hace cien mil años,
más o menos.
XXXVI
La chica de ojos verdes toma el té
con la la chica de ojos marrones.
Los hijos de amabas juegan en el patio.
“Tu hijo es hermoso”, dice
la chica de ojos marrones
a la chica de ojos verdes.
“También el tuyo”, dice
la chica de ojos verdes
a la chica de ojos marrones.
Y toman
el té
muy lento,
mientras anochece.
XXXVII
EL Dragón Chino
hace el fuego, calienta
los carbones, y pone
un pollo, chinchulines,
mollejas, chorizos y morcillas
a la parrilla.
El viejo canoso, de ojos grises,
toma vino tinto
en un vaso de vidrio.
La chica de ojos verdes
prepara la ensalada de huevo,
lechuga y tomate.
El hijo del Dragón Chino
puntea una milonga
en la guitarra criolla y después canta
un tango con voz cascada:
"déjame que llore y te recuerde
-trenzas que me anudan al portón-
de tu país no se vuelve
ni con el yuyo verde
del perdón"
XXXVIII
Tienen un perro, blanco
y negro, lanudo
como las ovejas.
Se llama Fritz Lang.
Le ladra a las gallinas
y persigue a las
camionetas
como queriendo morderles
las ruedas
XXXIX
El Dragón Chino dibujó a su hijo,
con tinta negra en un cuaderno.
Al hijo le gustó el retrato.
XL
“Yo conocí una ciudad subterránea...”,
dijo al viejo canoso, de ojos grises,
el Dragón Chino, y agregó: “una ciudad
que hubo en el centro de la tierra,
poblada por personas transparentes”.
“¿Y cómo era esa gente?
¿De qué vivían?”, preguntó el viejo canoso,
de ojos grises.
“No tenían idioma,
nunca hablaban.
Ni siquiera tenían ojos.
Habían nacido para trabajar
con el magma.
Fabricaron canales para encauzarlo.
Gracias a ellos este planeta posee
equilibrio térmico. Gracias a ellos
no abundan los volcanes.
Una vez que culminaron los canales,
la raza se extinguió.
No escribieron ningún libro”,
dijo al viejo canoso, de ojos grises,
el Dragón Chino.
XLI
A la chica de ojos verdes
le agarró, una noche,
un ataque de tos terrible.
El Dragón Chino fue hasta la cocina
y le preparó jarabe de cebolla.
y se lo dio de beber en un cuenco
Le llevó después una cacerola
con agua recién hervida, y hojas
de alcánfor
y la chica de ojos verdes
le puso una toalla encima
y metió la cabeza bajo la toalla.
Hizo vapor y se le aflojaron
todas las flemas.
Después tomó otra cucharada sopera
de jarabe de cebolla,
y para terminar el tratamiento:
té de ambay con raíz de jengibre,
bien picante.
Al día siguiente ya estaba bien
XLII
“Todo lo que nos ayude a sobrevivir
está bien”, dijo el viejo canoso,
de ojos grises,
al poeta verde.
XLIII
“Usted debe ser
el dragón de los cielos
que menciona Shen Tsé
en su fábula”, dijo el poeta verde
al Dragón Chino,
cebándole un mate
espumoso.
“Hay más de un dragón de los cielos,
lamento desilusionarlo.
La palabra fábula deriva de fabulare
en latín, que significa hablar,
charlar, conversar.
También
fábula era la obra o pieza teatral.
Fabula acta est, dicen que dijo Augusto,
antes de pasar a mejor vida.
Un final digno de Shakespeare.
The rest is silence.
Shen Tsé no era un hablador,
ni un mentiroso. El vio y contó lo que vio,
se lo aseguro”, dijo el Dragón Chino.
“¿El Señor Ye existió?”, dijo el poeta verde
al Dragón Chino, cebándole otro mate
espumoso.
“Desde luego. Nosotros existimos,
él existió”, dijo el Dragón Chino.
“¿No seremos un sueño?”, preguntó el poeta verde.
“Usted repite la pregunta de Walter von der
Vogelweide: Ist mir mîn leben getroumet, oder ist
es war?”, dijo el Dragón Chino.
“Estamos hechos de lo mismo que los
sueños, por volver a Shakespeare”, dijo el poeta verde al Dragón Chino,
cebándose un mate
espumoso.
“No importa si somos un sueño o no,
estamos vivos de algún modo,
y no somos enteramente títeres.
Añadimos algo al sueño, una cierta
imprevisibilidad, un grado de espontaneidad
inédito. Pensemos en Dante, por un instante:
Lo cielo i vostri movimenti inizia;
non dico tutti, ma, posto ch'i' 'l dica,
lume v'e' dato a bene e a malizia,
e libero voler; che, se fatica
ne le prime battaglie col ciel dura,
poi vince tutto, se ben si notrica.
El Destino es algo bastante elástico,
y en algún grado, fortuito”,
dijo el Dragón Chino.
Y en eso estaban de acuerdo
XLIV
El hijo del Dragón Chino fue
hasta el breve establo que su padre
había construido al fondo del patio.
Se sentó en su banco de madera con un
balde
de metal gris,
y ordeñó a la vaca que mugía
a intervalos regulares,
con una indiferencia
desconcertante.
Octubre
XLV
Dejaron al niño al cuidado del viejo
canoso de ojos grises,
y fueron a la kermese,
que la intendencia organizó
en la plaza central del pueblo.
Tomaron mucha cerveza,
sobre todo cerveza negra, que les
encantaba
probaron distintas comidas
en distintos puestos de la feria.
Bailaron al compás de una banda
que tocaba interminables polkas.
La luna estaba amarilla, helaba,
pero el alcohol y el baile
calentaban el cuerpo de la gente.
El Dragón Chino abrazó
a la chica de ojos verdes,
con fuerza, y se besaron
intensamente.
El beso fue húmedo, profundo, tierno.
Detuvo el tiempo, al menos
por un instante.
Un instante claro, vibrante,
eterno. Hasta el ruido ambiente
y la música desaparecieron.
Mayo
XLVI
El poeta verde,
el viejo canoso,
de ojos grises,
el Dragón Chino
y su hijo,
marcharon de excursión
a la montaña.
Al atardecer,
contemplaron desde
un barranco el lago quieto
y plateado.
Y el glaciar azul
por la luz
Hicieron campamento
en un claro,
rodeados por arrayanes y lengas
El Dragón Chino fue el primero
en quedarse dormido.
XLVII
En el sueño, el Dragón Chino
caminó por la arena blanca
hasta la orilla de un mar de fuego.
Ardían allí millones de cuerpos;
en el cielo rojo, volaban
águilas inmensas
con alas de murciélago.
Sintió detrás el zumbido
de miles de moscas y se volvió,
pero sólo era un pasillo vacío,
apenas iluminado por tubos
fluorescentes. Caminó en cuatro patas.
Al final del pasillo había una puerta.
La puerta daba a un jardín de hortensias
y esponjas vegetales. Había una mujer
rociando con una regadera las plantas.
La mujer tenía un solo ojo amarillo,
que ocupaba todo su rostro. Un mosquito
del tamaño de su espalda se le posó en el
ojo y lo picó. El mosquito era transparente
y se veía la sangre
salir del ojo y llenar su cuerpo.
La sangre de la mujer era verde
El Dragón Chino
se miró las manos
y eran tenazas de cangrejo.
Flotaba ahora en una nube verde
sobre el mar de fuego y la sombra dijo:
“Los minutos que están pasando
pasan, se marchitan y se secan,
el sol mira, desde arriba, y, desde luego,
la llama muere en el mar de fuego;
si fueras tú un mosquito,
¿picarías mis ojos?
Si fueras tú el viento,
¿secarías mi cuerpo?”
XLVIII
La noche había sido fría,
y el viejo canoso, de ojos grises,
se pasó la mañana estornudando.
El poeta verde, mientras tanto,
aclaraba la garganta
bebiendo caña
de una cantimplora.
El Dragón Chino, por su parte,
avivó el fuego, usando ramas
secas.
Asaron una liebre que
el hijo del Dragón cazó
La carne era dura,
no se dejaba comer
A media tarde
emprendieron la vuelta,
a paso de tortuga.
La chica de ojos verdes
los esperaba con un guiso de lentejas
vino blanco y pastel
de manzana de postre.
XLIX
Bajo la ducha,
la chica de ojos verdes se cuelga
del cuello del Dragón Chino, lo mira
con ojos bien abiertos y le pregunta:
“¿Te gusto?”
“Te amo”, responde el Dragón Chino.
“¿De verdad?”, pregunta la chica
de ojos verdes.
“De verdad”, responde
el Dragón Chino, sonriendo.
“No te merezco”, dice
la chica de ojos verdes.
“Nos merecemos”, dice
el Dragón Chino, y se besan.
Afuera,
en el patio, el hijo
del Dragón Chino
levanta un cascarudo del suelo.
El cascarudo es
del tamaño de
su dedo índice y patalea.
El hijo del Dragón Chino
lo quema con el aliento
罔兩問景曰:「曩子行,今子止,曩子坐,今子起,何其無特操與?」景曰:「吾有待而然者邪!吾所待又有待而然者邪!吾待蛇蚹、蜩翼邪!惡識所以然?惡識所以不然?」
°"Preguntó la penumbra
a la sombra:
--antes te movías
y ahora estás quieta;
antes estabas sentada
y ahora estás de pie
¿por qué actúas de formas
tan diferentes?---
A lo que la sombra respondió:
--Actúo así porque
sigo los
movimientos de otro cosa
para moverme
y esa otra cosa se mueve
siguiendo los movimientos
de una cosa diferente
Dependo para moverme
de otras cosas como
depende la serpiente
de sus escamas
y como la cigarra
depende de sus alas
¿Cómo puedo saber
por qué hago una cosa
y no otra?--"
Zhuangzi, en traducción del Dragón
bastante libre
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