geopolítica del instante, 001
imagen:wikipedia
escribe
Pablo Tonelli:
"¿Qué ocurre en el gigante asiático hoy?
Su economía se encuentra
en problemas. En primer lugar
su crecimiento se ha desacelerado.
2010 fue el último año en que su PBI
creció a un nivel de dos dígitos (10,3 %),
A partir de allí su comportamiento arroja
niveles cada vez menores hasta el anunciado 7 % del 2015,
con la expectativa que en 2016
no supere el 4 % y no el 6,3 %
oficialmente anunciado.
La crisis de 2008
(sigo el análisis de Michael Lewis en general)
alertó a la dirigencia china
sobre un escenario de fuerte caída
de la demanda mundial de su producción exportable.
Frente a ese cuadro, reorientó fuertemente
su inversión hacia su mercado interno.
En particular, la infraestructura vial,
ferroviaria e inmobiliaria (con la creación
y construcción de nuevas y enormes ciudades).
El Banco Popular de China bajó la tasa de interés
y alentó el endeudamiento de ciudades y municipios.
Esto produjo un boom crediticio.
Los gobiernos locales se endeudaban
con bancos chinos y otras instituciones,
y creaban fideicomisos financieros con
la garantía inmobiliaria de las viviendas construidas.
A la vez se permitió
que estos mismos gobiernos locales
utilizaran los créditos otorgados y securitizados
como colaterales (garantía) de nuevos prèstamos
del Banco Popular de China.
Se produjo entonces una burbuja
financiera hipotecaria:
demasiadas propiedades para una
demanda acotada de la
población china.
Como resultado el precio
de los inmuebles y de la tierra cayó,
mientras que la deuda global
de China
se cuadriplicó
desde 2007 a la actualidad.
Alcanzando un monto equivalente
a dos veces el PBI de los EEUU
(Fuente: Mckinsey Global Institute,
citado en investigación de Rolando Astarita).
El gobierno chino alentó
en paralelo
la inversión en la Bolsa.
Se incentivó a la población
con ingresos excedentes a comprar acciones
y lo mismo se hizo con los bancos estatales.
Estas compras, a su vez, se realizaron con apalancamiento,
es decir tomando crédito bancario o del mercado de capitales,
en un porcentaje de alrededor del
40 % del total de las compras efectuadas.
Se generó otra burbuja, en este caso bursátil,
ya que las empresas cotizantes en la Bolsa
de Shanghai
incrementaron sus precios varias veces
por encima de su capacidad de ganancia
por acción (que surge de los balances
y constituye su sustento real de valorización).
Como ocurre en todas las historias conocidas
de los mercados accionarios capitalistas,
al frenesí alcista, a la creación de riqueza ficticia,
le sigue la caída.
Más estrepitoso el crash
cuanto mayor el boom.
El índice bursátil de Shanghai
cayó un 40 % desde mediados del año pasado.
China había sido la clave para
que la crisis del 2008 no se agravara aún más.
Al volcar la inversión hacia el mercado interno
e incentivar el uso del crédito
sostuvo el precio de las materias primas
y llevó sus precios a nuevos picos (en el 2011),
los que coinciden con el inicio de la
declinación de su nivel de actividad económica.
Las autoridades chinas también
intentaron mejorar la competitividad
de su sector externo a través de las devaluaciones
ocurridas en 2015,
sin resultados decisivos para su economía. Aparece
claro que se ha agotado el ciclo actual
y existe sobrecapacidad en las industrias,
con caída consecuente
de la rentabilidad del capital. A su vez,
el boom inmobiliario y de inversión
en infraestructura ha dejado
ciudades fantasma y faraónicos emprendimientos
detenidos
y una masa de deuda que opera
como obstáculo adicional al proceso de acumulación.
Los inversores extranjeros y los chinos
que atesoran riqueza están vendiendo
sus posiciones y activos,
convirtiendo sus yuanes en dólares y huyendo
a posiciones en títulos del Tesoro americano.
Michael Roberts agrega un dato alarmante:
si el nivel de salida de capitales
de China continúa al ritmo actual de
1 billón de dólares mensuales,
las reservas internacionales de China
que alcanzan los 33 billones de dólares
podrían verse comprometidas.
La mitad de esas reservas se utiliza
para el pago de importaciones
y los ingresos por exportaciones sufren
el creciente peso de la caída internacional
de la actividad económica, debilitándose.
China está enfrentando
su primera crisis al estilo capitalista
con todas las de la ley.
Su gobierno intentará
reducir en forma controlada
el nivel de actividad y concentrarse
en la expansión del consumo interno,
bajando su nivel de inversión en infraestructura
y vivienda y con ello
sus importaciones de aluminio,
zinc, cobre, hierro,
etc., lo que afectará seriamente
los precios de los mercados
de estas materias primas (entre otras)
pues la demanda china equivale
a la mitad de la demanda mundial
de las mencionadas.
La soja y los commodities agrícolas
no seguirán, en opinión de analistas como Miguel Bein,
el mismo camino que las commodities industriales,
ya que los chinos buscarán sostener
y ampliar el consumo interno
en alimentos de su población.
El enigma es si la crisis lleva a un aterrizaje forzoso
y brusco
de la economía china,
o sus autoridades -que hasta el momento
no han logrado enfrentarla adecuadamente-
lograrán monitorear la desaceleración
en curso sin colisionar.
En el inicio de la nota
había sostenido que la magnitud
de la crisis china puede afectar
severamente a todo el planeta
pero no provocar en sí misma su colapso.
Roberts sostiene que la que llama “larga depresión”,
el estado de situación de los EE.UU.
y de la economía global obedece
a que ésta no retorna a la tasa de crecimiento anterior,
con posterioridad a la recuperación de la caída.
Eso se debería a que la rentabilidad del capital
no se recupera y la deuda tanto pública
como del sector corporativo
se mantiene en un nivel históricamente alto
que debilita (porque insume cuantiosos recursos)
la inversión en tecnología, fuente de la productividad
y del crecimiento.
A partir del 2008 las políticas de inyección monetaria
(QE en su sigla en inglés),
de tasas cero y de estímulos al gasto
no consiguieron ni en los EE.UU. ni en la Unión Europea
una recuperación sustentable.
El comportamiento de la economía norteamericana
durante el segundo trimestre del 2015
(un alza del 3,7 %) provocó una ola de entusiasmo
y estuvo en el origen de la decisión de FED
(la Reserva Federal) de subir la tasa de interés
por primera vez
en muchos años. Ahora bien, en noviembre
la producción industrial de los EE.UU,
mostró su peor caída desde diciembre
de 2009
y el crecimiento global del PBI
norteamericano en el cuarto trimestre
del 2015
se ubicó en apenas un 0,7 %.
Los bajísimos niveles de crecimiento
son una constante año a año
en la U.E., y Japón no logra salir de su largo
estancamiento.
El BIS (Banco de Basilea),
una asociación que nuclea a los
Bancos Centrales sostiene
con dureza que se deben abandonar
las políticas de estímulo monetario (QE)
vigentes en la UE y elevar la tasa de interés
internacional mucho más radicalmente
que lo hecho por la FED para limpiar
el sistema del crédito excesivo
y la inversión improductiva.
“Destrucción creativa” llamaba Joseph Schumpeter
a este proceso en su análisis del comportamiento del capitalismo.
Una crisis como la del treinta para
decirlo claro.
En mi opinión sea que la FED
suba nuevamente la tasa de interés
durante 2016 o no,
el comportamiento errático y bajista
de las bolsas del mundo
parecen mostrar que los precios
de mercado de las acciones de las corporaciones
están muy por encima, en términos generales,
de sus rendimientos, lo que prefigura una crisis.
Una política adoptada por los CEOs
de muchas compañías ha sido recurrir
al endeudamiento para distribuir dividendos
en efectivo
o recomprar acciones de la propia empresa.
Este último mecanismo
“maquilla” los balances, ya que divide
la utilidad del período por un capital societario menor,
incrementando ficticiamente
las “ganancias por acción”.
Esta realidad incuba una implosión de precios.
Por supuesto
un comportamiento de suba sostenida
de la tasa de interés inducida por la FED,
en línea con lo sugerido por el BIS,
aceleraría el proceso. Este escenario
está en movimiento y por eso sostengo
que una crisis global con epicentro
en los EEUU es una probabilidad creciente...."
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