mandarina
Si Shi, hermosa joven, contempló su rostro en las aguas de una estanque, y lo halló ajado. Con sus largas uñas, comenzó a remover la piel, y acabó por arrancarse el rostro entero, pedacito a pedacito, como se pela una mandarina. Debajo tenía otro rostro. Y a partir de entonces fue una mujer muy distinta, incluso se cambió el nombre.
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