mi hijo y la lluvia eterna


la lluvia eterna se traga la luz,
así es la vida, nada somos,
quién sabe, quién sabe,
gemelos eternos: el día, la noche
abrazados al tiempo que cuelga
de mis labios
estaban muertos,
bien muertos, muy muertos, hace rato,

y ahora despiertos
en versos resucitados


nació mi hijo y con cara de recién nacido 
dijo: 

“Para lograr la ascesis, tapas, 
el sacrificio interior es necesario, 
el sacrificio correcto es hijo del conocimiento, jñana, 
meditar sobre el atman es privilegio de los hombres,
´sruti es el nombre que se dará a lo revelado, 
sannyasin es el nombre que se dará al sabio, 

no les vaya a estallar la cabeza de tanto pensar, 
si dices no ser brahman, te equivocas, 
los dioses son brahman, tú eres eso también, lo sé…”

Esto fue lo primero que mi sabio hijo dijo,

Yo sabía que el calor 
no era una substancia sino una fuerza, y sabía 
que el universo en el fondo está vacío
y lastima por capricho, 
pero mi hijo me enseñó que el nombre del vacío 
es Brahman, lo cual me pareció
por cierto bastante adecuado

Y así pasaron los años,
Las leyes antiguas fueron reemplazadas 
por leyes nuevas, mi 
tiempo envejecido
servido en el plato
colgando de mis labios

apariencias, el ciclo interminable de los 
simulacros,

Tenía el pelo de un azul profundo, 
y los ojos más verdes del mundo,

mientras su madre mariposeaba, 
él tejía la telaraña de las dudas, 
y atrapaba, de vez en cuando, 
la curiosidad de alguna humana sombra
la mía por ejemplo





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