El diablo en la ventana
Desde la ventana del hotel se ve. Se ve la luna. Enorme. Amarilla. Y las ramas del árbol tejen el rostro de un diablo. El viento le mueve las fauces. Me mira desde la inmensidad de una crueldad sublime. Me mira desde esa orilla que espero no alcanzar nunca. Parece alimentarse de mi miedo. Y crece su figura atroz, su sombra, al ritmo de mi ausencia de dudas. Es mi culpa si pierdo el alma, si la devora. Yo elegí tener un alma a esta altura.
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